Boticas una pequeña aldea situada en el norte de Portugal, enmarcada en la región del Alto Tras os Montes. Como todo el territorio luso es un jardín de viñedos, lugar que de un infortunio del pasado, ha creado un estilo de vinos con una insignia única en el mundo el “Vinho dos Mortos”.
Cuenta la leyenda que en el año 1808 las tropas napoleónicas se dirigían a ocupar Portugal, los habitantes de Boticas lo sabían y antes de que hiciera su presencia el ejército francés, se dispusieron a esconder su bien más valioso, el vino.
Así fue como los habitantes de Boticas enterraron debajo de sus bodegas y en el cementerio local, todas sus botellas de vino. Decisión que protegió su cosecha de las tropas invasoras. Al marcharse los ocupantes, desenterraron las botellas y con desconcierto comprobaron que el vino estaba mucho mejor que antes del enterramiento. Lo llamaron “Vinho dos Mortos” y convencidos de la mejora de sus vinos, decidieron repetir la acción de enterrar sus vinos cada año.
El vino de los muertos fue ganando prestigio en Portugal y las cosechas se agotaban cada año, era un vino fresco, de pronunciada acidez, de austero alcohol, fruto de las uvas Albarello, Bastardo y Tinta Carvalha se elaboraba en los tradicionales lagares de granito. Con los años dicha notoriedad fue quedando en el olvido. El escaso relevo generacional y la despoblación del rural, hicieron desaparecer la práctica del “Vino de los muertos”.
En la actualidad la aldea de Boticas, cuenta con mil habitantes y de la unión de unos pocos bodegueros románticos, han ido recuperando la tradición de darle sepultura a sus vinos. Cuentan con un museo ilustrado a la historia del “Vinho dos Mortos”, vino que da vida a los vivos.
Con este hecho audaz de los pobladores de Boticas, que va entre fantasía y tradición. De negar sus vinos al invasor, no solo es un gesto de heroicidad para ellos simbolizaba en cierto modo salvaguardar toda su cultura.
(*) Sommelier argentino en Galicia
