La bodega mendocina de Agustín Casabal y Matilde Pereda presenta una nueva propuesta, el primer vino blanco de su porfolio.
Desde Agrelo, en Luján de Cuyo, Mendoza, Monte Quieto la bodega que crearon Agustín Casabal y Matilde Pereda en el año 2000, nos sorprende con un nuevo varietal en su portfolio. Se trata del Alegre Viognier un vino con gran personalidad que viene a completar la línea Alegre que ya cuenta con un Cabernet Franc, un Malbec, un Syrah y un Gran Corte.
El Alegre Viognier, es además, el primer vino blanco de la bodega, hecho con uvas provenientes de viñedos de Perdriel, también allí, en Luján de Cuyo.

Una uva de baja acidez
El Viognier es una uva blanca de origen francés, más precisamente de la zona de Condrieu, en el norte de ese país.
Se caracteriza por su baja acidez y por un inconfundible color amarillo, casi dorado.
Los vinos producidos con viognier suelen tener aromas frutales delicados, que recuerdan a frutas dulces como el damasco o el melón.
Si bien no es una de las uvas blancas más tradicionales, en Argentina está presente en 12 provincias, con 640 hectáreas cultivadas, siendo Mendoza la región con mayor cantidad.
Desde Los Viñedos de Perdriel
El Alegre Viognier de Monte Quieto fue producido con una selección de uvas de una parcela de viñedo en Perdriel. Se trata de un terruño con suelos arenosos que combina clima fresco y seco, dando vinos de gran elegancia.
Allí la densidad de las uvas fue de 3.500 plantas por hectárea, bajo el sistema de conducción, espaldero. El rendimiento para esta producción fue de 70 qq por hectárea. Y la cosecha se hizo durante el mes de febrero de manera manual en caja de 17kg.
Un vino ideal para la primavera
De composición varietal 100% viognier, Alegre Viognier es un vino ligero y elegante que invita a disfrutarlo justo con la llegada de los días más lindos.
Fue fermentado con levaduras indígenas, en tanques de acero inoxidable. Con fermentación alcohólica a 12 – 14 °C, durante 20 días. Criado durante 6 meses en tanques de acero inoxidable y huevo de concret.
“Primero se hace una prensada oxidativa de la uva y luego la fermentación es con levadura indigena a una temperatura de alrededor de 12 o 14° grados, para conservar lo mejor posible la parte aromántica. Una vez que se termina de fermentar, se cría una parte en huevo de concreto y otra parte en tanque de acero inoxidable, haciendo trabajo de borras para que el vino gane en cremosidad y medio de boca. Cuando se termina esa crianza, de aproximadamente 8 a 10 meses, se hace el embotellado” explica Leonardo Quercetti, enólogo de Monte Quieto.
En nariz nos recuerda al durazno blanco, la manzana verde y la pera madura. Al saborear en boca aparece el damasco seco que le aporta exuberancia y mineralidad.
“Es ideal para maridar con quesos estacionados, carnes blancas , mariscos y cocina asiática. También funciona bien con ensaladas que incluyan frutas y platos con salsas a base de frutas o frutos secos” propone Quercetti.





































